Francisco de Miranda es uno de los personajes más
ilustres de la historia de la humanidad. Su biografía fluctúa entre el mito y la proeza tanto por su
personalidad como por su obra.
Nació en Caracas el 28 de marzo de
1750. Era hijo del próspero comerciante Sebastián de Miranda, quien se
empeñó en mejorar siempre la situación de su familia pese al rechazo de los
blancos criollos por su origen humilde y posiblemente mestizo.
El 25 de enero de 1771, Francisco de
Miranda se montó en un barco en el puerto de la Guaira con destino al mundo.
Años después, ya habría participado en los tres grandes movimientos de la edad
contemporánea: la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución
Francesa y la guerra por la Independencia de América Latina.
Sus memorias, como las de Giacomo
Casanova, ayudaron a agigantar su leyenda, caracterizada
por el empeño obsesivo en libertar el continente americano, su arrolladora
personalidad y su capacidad para asumir el primer plano en los acontecimientos
más trascendentes de la historia.
Cuando Simón Bolívar, Luis López y Andrés Bello llegaron a Londres a
entrevistarse con él con intenciones independentistas, se consiguieron a un
mercenario que había peleado en el mundo, pero también con un intelectual lleno
de ideas.
Francisco de Miranda era dueño de una personalidad arrolladora, tanto
que en Europa temían la llegada de su verbo a América, tanto que le bastaba una
entrevista para convencer a cualquier persona de cualquier idea, tanto que le
chocó al mismo Napoleón Bonaparte que una vez fue a una fiesta ofrecida por el
venezolano en Londres.
Por eso cobra vida la historia de que guardaba el vello
púbico de sus cientos de mujeres, que era amante de la zarina
Catalina de Rusia, o que en Francia era una celebridad entre la gente cuando
cayó preso durante El Terror.En todo caso, lo trascendente de Francisco de
Miranda es su lucha en la llamada época de las revoluciones: siempre a favor de
las causas de cambio, de libertad.
Llegó a Venezuela en 1806 con una
bandera, un barco y un grupo de hombres para vender la idea de libertad e
independencia. El mismo pueblo lo rechazó. Esa fue una de las constantes de su
vida, correr, esconderse, hablar en el momento preciso, escapar incluso de los
suyos.
Incomprendido por su tiempo, murió en una prisión de San Fernándo de
Cádiz tras ser entregado por Bolívar y otros independentistas por haber
capitulado con Monteverde en un acto de desesperación.
Murió en la cárcel. Sus restos nunca
fueron hallados; sus palabras sí, y dan sentido a la palabra patria alrededor
del mundo.